Valentina Alazraki habla de su participación en el filme: Wojtyla la investigación

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Por Chucho Picón| Director editorial del Festival Internacional de Cine Católico

Valentina Alazraky quien vivió de cerca el pontificado de San Juan Pablo II como periodista y quien por muchos años fue la corresponsal de Televisa en el Vaticano, participó en el filme “Wojtyla la investigación”. Compartió en exclusiva para El Festival Internacional De Cine Católico, su sentir y sus impresiones sobre este filme y lo que representó en su vida Karol Wojtyla.

Valentina Alazraki, muchas gracias por concedernos esta entrevista para el Festival Internacional de Cine Católico.

¿Qué te viene a la mente de primera impresión, qué sientes en tu corazón cuando escuchas el nombre de Karol Wojtyla o Juan Pablo II? ¿Qué significó para Valentina la vida y el pontificado de Juan Pablo II y cómo cambió el mundo Wojtyla?

La vida y el pontificado de Juan Pablo II fueron absolutamente cruciales en mi vida. Durante ese pontificado, que me tocó cubrir desde el primer día hasta el último día de su vida, realmente fue una experiencia única e irrepetible en el sentido de que, como periodista, me tocó vivir a su lado, en cien de los ciento cuatro viajes internacionales que hizo por el mundo entero, acontecimientos que realmente me hacían pensar que yo era testigo de la Historia con “H” mayúscula.

En múltiples ocasiones tuve esa sensación muy clara de que Juan Pablo II iba haciendo la Historia. Y creo que no se puede explicar el final del siglo XX y el inicio del siglo XXI sin la figura de este hombre tan carismático, de este líder religioso que, al mismo tiempo, a través de su espiritualidad, a través de un mensaje que brotaba del Evangelio, digamos así, en esa confianza también en la Divina Providencia, logró cambiar situaciones como el Muro de Berlín.

La primera vez que yo fui a Polonia, acompañando a Juan Pablo II, y vi un millón de polacos levantando pequeñas cruces, y el Papa pidiendo que el soplo del Espíritu Santo pudiera revertirse sobre todo el pueblo polaco, yo creo que en ese momento no éramos conscientes pero seguramente ese día ya cayó la primera piedra del Muro de Berlín. Le llevó diez años de un mensaje altamente espiritual, una revolución sin una sola gota de sangre, propiciada por sus palabras; por el nacimientos de “Solidaridad”, el primer sindicato  independiente del este europeo; por esa visión de un Papa eslavo que decía que Europa tenía que ser un continente unido desde el Atlántico hasta los Urales, una única realidad sobre las bases de esas raíces cristianas comunes que tenían tanto el este como el oeste, que eran los dos pulmones con los que Europa tenía que respirar.

Y qué decir de cómo llevó de la mano la historia de México a través de cinco visitas; desde la primera, cuando ni siquiera había relaciones diplomáticas; hasta la segunda, en el umbral del establecimiento de estas relaciones; o la tercera visita, en Mérida, cuando por primera vez fue recibido como jefe de Estado. Y de ahí en adelante él llevo de la mano al pueblo mexicano, pero no sólo desde un punto de vista de cambios políticos: yo creo que el Papa nos robó el corazón, y nosotros, como mexicanos, le robamos el corazón a él, porque desde el primer viaje él se sentía fuertemente mexicano, y no dejó de serlo ni un solo momento, y esa última visita que nos hizo para canonizar a Juan Diego quedará para siempre en la historia de México, en el corazón de millones y millones de fieles.

Me cambió todo, y fue absolutamente fundamental también en mi vida personal el testimonio que él dio al final de su vida, en esos años en que lo vimos sufrir, en que me conmovía profundamente; pero, al mismo tiempo, ese testimonio de fortaleza fue algo absolutamente extraordinario; ese no bajarse de la cruz, ese vivir un viacrucis en tierra y compartirlo con todos nosotros, me hizo ver que él nos había enseñado a vivir de una forma mejor, de una forma más humana, más cristiana, pero también nos quería enseñar a morir. Y le dio un enorme significado y dignidad al sufrimiento, a todas aquellas personas que se ven con discapacidades, pero él reivindicó el peso que tienen ellas; porque lo que vimos es que su carisma iba aumentando a pesar de que se quedaba mudo, de que estaba prácticamente en una silla de ruedas, inválido; pero su fuerza venía de adentro; el carisma no era por los dones que Dios le había dado, dones externos, sino todo venía de adentro: esa fe, esa capacidad de oración, esa fortaleza y esa capacidad de infundir esperanza. Su último viaje fue al santuario mariano de Lourdes, a donde la gente va en busca de una curación milagrosa; y los enfermos que estaban ahí, y estaban menos enfermos que él, nos decían que él les daba fuerza, que les infundía esperanza.

Todo eso fue, para mi vida como periodista y como ser humano, lo sigo diciendo,  algo absolutamente único e irrepetible.

¿Qué significó para ti el hecho de participar en este proyecto de “Wojtyla”, cuál fue tu experiencia vivir y revivir tantos recuerdos y emociones, y qué verá el público de Valentina?

Para mí, participar en la película fue un privilegio, antes que nada; pero también fue una gran oportunidad para poder recordar tantas anécdotas, tantas vivencias, tantos momentos llenos de  alegría,  pero también llenos de tristeza en otras ocasiones. Fue tratar, como yo siempre digo, mi tema preferido, y sobre todo yo me siento sumamente privilegiada por haber podido seguir el pontificado de Juan Pablo II desde el primero hasta el último día, haber podido acompañarlo en todos los viajes internacionales; entonces yo creo que, al haber sido tan privilegiada, también es un deber compartir todas esas vivencias con las personas que lo quisieron tanto y que lo siguen queriendo.

Yo creo que es un deber, incluso moral, hacer que Juan Pablo II no se olvide, que su memoria siga viva; y yo sé que está muy presente en el corazón de todo el mundo, sobre todo en México; pero creo que, los que tuvimos el gozo de estar a su lado, de alguna manera tenemos ese deber de seguir recordándolo, de seguir compartiendo, porque, la verdad, sobre todo en un momento como éste, tan difícil que estamos viendo, un mensajero de esperanza, un testigo de esperanza creo que nos hace bien: escuchar sus mensajes, volver a ver su rostro tan bondadoso, recordar ese legado que nos ha dejado.

A mí me tocó transmitir, comunicar todo ese pontificado; pero la gente en México lo vivió también a través de los medios de comunicación. Entonces yo creo que Juan Pablo II está en nuestro DNA; la historia que tuvo con México es una historia única también, un amor a primera vista que duró para siempre,  que sigue muy fuerte en el corazón de los mexicanos.

Entonces, para mi participar en esa película fue recordar todo eso; y fue sacar un poco la parte personal, la parte mía no sólo profesional, decir lo que significó para mí, el duelo que representó para mí después de su muerte: me costó mucho tiempo superarlo porque, finalmente, en ese momento había sido más de la mitad de mi vida, la parte más importante de mi vida, porque son los años juveniles, los años en que te casas, en los que tienes hijos. Entonces, cualquier cosa que sucedía en el pontificado al mismo tiempo, en forma paralela, se relacionaba con algo que sucedía en mi vida privada.

Espero haber podido dar a conocer un poco de esa situación al participar en la película, para que la gente sienta como un testimonio más humano, más cercano, no sólo como profesional sino también lo que significó para mí como ser humano; el hecho de que mi primera hija se llame Carolina, por Karol, y de cómo de alguna manera para esas niñas yo me tenía que ausentar, y mi marido siempre les decía que yo me iba con el “nonno”, con el” abuelo”, y las sentaba frente a la televisión para que vieran las imágenes de los viajes del Papa y les decía “mamá está ahí  con el ‘nonno’”; entonces, en esos años él llegó a ser parte de nuestra familia, aunque obviamente eso no signifique que nosotros fuéramos al Vaticano a tomar café con él o a convivir con él, pero él hacía parte de nuestra familia. Y el día que se murió, se murió para mí un padre, , para ellas un abuelo, como le pasó a mucha gente en México: la gran mayoría sintió que se moría alguien de la familia.

Esta película me dio la posibilidad de recordar todo eso y de revivir momentos que yo nunca voy a poder olvidar ni como profesional ni como ser humano.

¿Qué te deja el saber que se produjo una película como “Wojtyla”, qué esperas de esta producción, y cómo imaginas que será recibida por el público católico y no católico?

Creo que haber tenido la idea de realizar esta película es una idea importante y necesaria, necesaria sobre todo ahora. Han pasado quince años desde la muerte de Juan Pablo II, y a veces tenemos la sensación de que hay como una voluntad de olvidarlo un poco, de no recordar de su mensaje todo lo que nos pidió que fuéramos.

Yo sé que en el corazón de la gente está muy presente, pero esta película puede revivir, hacer revivir sentimientos, hacer que Juan pablo II siga aún más vigente en nuestra memoria colectiva como pueblos, pero también como seres humanos.

Yo creo que será bien recibida; muy bien recibida por los católicos, por todos aquellos que lo siguieron siempre a lo largo de su pontificado, que se rieron con él, que lloraron con él, que fueron visitados por él, que se sintieron realmente acompañados por él.

Pero también por aquellos que no son católicos, porque finalmente Juan Pablo II fue el hombre que tendió puentes como nadie: fue el primer Papa en visitar una sinagoga, el primer Papa en entrar a una mezquita, el primer Papa en convocar un encuentro en Asís de todos los líderes religiosos para rezar juntos por la paz. Entonces yo creo que también las personas no católicas que llegaron a admirarle, a respetarle, pues querrán recordarlo, recordarlo en este aniversario, y recordar cómo fue mensajero de paz; de esperanza pero también de paz, y cómo siempre nos hizo ver que era mucho mejor tender puentes que construir muros, porque eso nos lo repitió a lo largo de todo su pontificado.

Y creo que será muy bien recibida en este momento de pandemia, porque cuando la gente sufre, cuando la gente tiene problemas, es cuando la gente más necesita de un mensaje lleno de esperanza, de un mensaje bonito; de escuchar palabras alentadoras, de recordar a grandes figuras,  sobre todo a hombres de Dios pero, al mismo tiempo, a grandes seres humanos. Entonces, si bien no se pudo estrenar de la manera en que a todos nos habría gustado estrenarla, creo que es casi providencial que llegue ahora, en este momento tan difícil para tantos pueblos, para tantas naciones, en esta pandemia sanitaria pero, al mismo tiempo, en un momento económico grave, duro; en un momento de confinamiento. Pero justamente ahora no sé por qué creo que es más necesaria que nunca, y es de verdad providencial que se haga pública aunque sea de forma digital, electrónica, en este momento. A veces Dios tiene su forma de escribir la historia, y esta película llega justamente en el momento en que tendría que haber llegado.